lunes, 22 de agosto de 2011

Vivir a muerte

Hay días que te invitan a hacer balance, a examinar las etapas vividas a diseccionar las experiencias y a saborearlas. Mi análisis es concluyente.

Cierro un año cargado de vivencias, de gente nueva, de sacos de recuerdos y momentos que se quedan conmigo para siempre. Miro la vida de frente, su mirada ya no me asusta. Soy consciente ahora sí, de la inmensa suerte de la vida que me ha tocado vivir. Ha sido muy importante para mí cumplir algunos proyectos y que además las expectativas superen lo esperado. León fue el escenario de cuatro meses increíbles al lado de gente muy importante para mí. Quiero darles las gracias a todos, ellos saben quiénes son y todo lo que hemos vivido no tiene fecha de caducidad. Tratar, hablar, convivir y trabajar con mucha gente diferente me ha permitido entender mejor, a no juzgar, a saber que detrás de cada persona existe un mundo. A no exasperarme por la situación del sistema, a no sorprenderme ya de lo que ocurre, que me duele, pero ya no me mata.

Ha sido un año en el que he estado batiendo muchos recuerdos del pasado y recuperando a gente que fue muy importante y que quería que siguiera presente en mi día a día, así ha sido y estoy muy orgulloso de poder contar con esas personas otra vez.

He vuelto a sufrir periodos muy duros, de soledad, de tristezas y de días grises. La distancia me ha hecho más fuerte y he comprendido que los kilómetros no hacen el olvido si el amor no entiende de kilómetros. Sé que los que me queréis habéis seguido ahí aunque apenas nos hayamos visto. No os olvido, os quiero mucho.

He aprendido a sacrificar papeles importantes para algunas personas en esta obra tragicómica de mi vida, a no otorgarlos a cambio de que sigan siendo felices. Ésa es otra manera intangible de querer.

A todos los que me han ayudado en mi etapa en Segovia, me quedo con lo mejor de cada uno que sin duda es mucho y quedará como experiencia tremendamente enriquecedora para mí. Ha sido medio año inolvidable.

Aunque no me conozcan, gracias a los artistas que me han emocionado este año, que me han hecho pasar tantas horas y me han acompañado tanto. Gracias Quique González, Bon Iver, Charly Efe, Pablo Hasél, Jorge Drexler, Johnny Cash y a otros muchos.

Soy consciente de la gran suerte de poder expresar y vaciarme por dentro, de drenarme escribiendo, y no sé a quién remitir mis agradecimientos por ellos, pero gracias a Dios por permitirme escapar a través de la escritura.

Las noches son trágicas, y como escribí, quizá todos estemos muertos desde que perdimos la inocencia on Saturday night fever.

Creo conocerme mejor y por ello sé dónde soy más fuerte y dónde flaqueo. Tengo cuentas pendientes conmigo mismo y muy importantes. No sé si los próximos trescientos sesenta y cinco días me bastarán para saldarlas, pero lo intentaré como siempre.

Sigue asustándome mucho el paso del tiempo, me asusta mucho, me horroriza, el tren del miedo, el tren del tiempo.

Gracias a la poesía, a las palabras, a la belleza de las cosas, a los gestos a la cotidianidad que es poesía.

Voy a seguir caminando intentando no pisar las juntas de los adoquines aunque sea difícil, encontrar un sitio sin venderme y sin olvidar quién soy.

Creo haber encontrado el amor del que carecía y la paz de compartir mi vida, espero que seas tú porque te empiezo a querer y no quiero dejar de hacerlo.

En fin, gracias por leerme, por quererme, por intentar comprenderme, por compartir vuestros momentos conmigo y hacerlos nuestros.

A ti que ya lo sabes, a Jairo y Andrés porque tenéis carta blanca conmigo y sois mi vida, a mis padres por ser lo mejor que tengo y quererme sin fisuras por darme todo lo bueno que tengo y por no tener en cuenta todo aquello que no es tan bueno.

En fin, seguir luchando y bendita batalla sea la vida, porque hay que vivir a muerte.

El Vendedor de Versos.


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