martes, 10 de febrero de 2009

La hemorragia (Caso primero)

Era un hospital ciertamente pequeño. Debía atender y solventar las necesidades médicas de toda la comarca, unas 30.000 personas. Ya se llevaban años y años discutiendo sobre su urgente renovación, y era una constante promesa electoral de cualquier partido que se presentara a las municipales.
Los vecinos estaban hartos de que todos los candidatos prorrogaran su promesa y nunca construyeran un proyecto serio para solventar el problema.
La sala de urgencias estaba dividida en tres espacios separados por tres viejas cortinas. Solía haber un médico de guardia y dos o tres enfermeras. Por tanto, era de lo más normal que el hospital se quedara pequeño, incluso sirviera de muy poco, cuando ocurrían accidentes graves, y eso pasaba frecuentemente.
Esa mañana del frío invierno, un joven con un tremendo dolor en el pecho y taquicardia se encontraba en observación.
Sus mirada estaba perdida, como si su alma no residiera ya en ese cuerpo. Y su corazón con latía como un caballo al trote, espoleado por un nervioso jinete.
De repente y bajo la incrédula mirada del médico de guardia y otra enfermera de prácticas, se abrió una herida en su pecho. Era como si alguien desde dentro de su cuerpo le hubiera pegado un navajazo al chico, de cuatro dedos de largo. De la herida empezó a brotar sangre a chorros, tanta que en pocos segundos y sin que nada pudiera hacer el pobre equipo médico, la salita se llenó de sangre, la camilla, el suelo, todo inundado de sangre. El médico no sabía que hacer, abrumado ante el extraño caso, intentando parar la terrible hemorragia, aturdido y llamando a gritos al resto de enfermeros, avisando al resto de médicos por teléfono para que acudieran a toda prisa.
En pocos minutos el joven moriría desangrado. Le había matado su propio corazón.

(Cuando los sentimientos te matan...)

El Vendedor de Versos

domingo, 1 de febrero de 2009

Carta

Podría empezar preguntándote por qué nos dejaste tan pronto. La última vez que nos despedimos no me advertiste de que no nos volveríamos a ver. Pero conociéndote, sé que te gustaría seguir aquí, tú no sospechabas nada. Yo daría lo que fuera porque volvieras. Marcaste el final de mi infancia. Del día a la noche, la vida me dijo que ya no era un niño. Ahora preciso de tus consejos. Eras mi guía, un padre, el modelo. Aquel que dejaba huella en todas las personas que conocía. Quien lo daba todo, siempre tenía una sonrisa, te ayudaba en lo posible, se desvivía por los demás. Y me duele que hoy haya tanto ingrato que quizá ni te recuerde. Y es como si yo hubiera tenido bajo mi brazo una guía para saber qué hacer, y de repente, me la arrancaran para arrojarla al fuego. Todo reducido a cenizas... Incluso tú, parte de mi, de nosotros, reducido a cenizas.
¿Por qué pudo pararse de golpe un corazón tan grande como el tuyo?
Hoy me siento perdido. Si tú estuvieras quién sabe, pero creo que sería diferente. Empecé a dejar de creer y a sentir artificialmente desde que tú no estás, a medida que voy creciendo. No lo sé seguro, pero una parte de mí debiste llevarte contigo.
La mujer de tu vida perdió la cabeza tras perderte y todos nos sumimos en un dolor demasiado grande. No pudo concebir su vida sin ti, y se partió su mente. Se resquebrajó en pedazos como un espejo a pedradas.
Ahora me sentaría a tu lado. Hablaríamos de tantas cosas... Te pediría que me ayudaras a recuperar la fe que he perdido en las cosas, a recuperar los buenos sentimientos, a sentir el amor que tanto me cuesta cultivar por todo.
Te indignarías conmigo si me vieras. Te sentirías decepcionado. Un poco por todo, por como llevo mi vida. Mi falta de constancia, de metas, mi irresponsabilidad. Aún así nunca serías demasiado severo. Era tu joya, el que más me valoraba y creía en mi. Quizá esté perdiendo ese genio, y sólo sea uno más.
Me abruma y me angustia vivir en este mundo, donde hay días en lo que me gustaría desaparecer. Los sentimientos son de plástico, de cartón... Y desde que te fuiste todo va a peor, aún peor sí... Esto está acabado.
Te espero. Un nuevo mundo tiene que llegar, estoy seguro. Y tengo que abrazarte otra vez, recuperar estos años de tu ausencia.
Desde que no estás soy mucho menos, mucho menos... Te echo de menos.

El Vendedor de Versos.