domingo, 13 de diciembre de 2009

Mundo mío

Pobre mundo mío
que más que avanzar decrece
donde el amor es una sombra
donde la fe fenece.


El Vendedor de Versos.

jueves, 19 de noviembre de 2009

Reflexión

"En los últimos días se presentarán tiempos críticos, difíciles de manejar. Porque los hombres serán amadores de sí mismos, amadores del dinero, presumidos, altivos, blasfemos, desobedientes a los padres, desagradecidos, desleales, sin tener cariño natural, no dispuestos a ningún acuerdo, calumniadores, sin autodominio, feroces, sin amor del bien, traicioneros, testarudos, hinchados de orgullo, amadores de placeres más bien que amadores de Dios, teniendo una forma de devoción piadosa, pero resultando falsos a su poder; y de estos apártate"
2 Timoteo 3:1-5

Llevo cuatro años perdido, buscando la verdad en los lugares menos adecuados. Me consume el hastío que siento por el sistema que nos gobierna. Resulta deprimente la opresión del hombre y la maldad que asola el planeta. Ambos son frutos de su autogobierno. El hombre no puede dominar al hombre. La sabiduría humana ha permitido avances que ni siquiera hubiéramos soñado siglos antes. ¿Pero de qué ha servido el progreso? ¿De veras hemos vencido nuestros problemas más importantes?
En el nombre de Dios se han cometido los mayores crímenes de la negra historia de nuestra humanidad. En el nombre de Dios se han producido hurtos, abusos, violaciones, torturas, genocidios, matanzas salvajes, han corrido ríos de sangre... ¿Fue esto lo que predicó Jesucristo?
La lucha que todos deberíamos emprender para cambiar el mundo no es más que una iniciativa que nadie toma, un tren al que pocos suben. El tedio nos ha tomado por completo. Adormecidos nos mecen las aguas putrefactas del sistema. La especie humana está enferma.
La gran mayoría de los individuos se encuentran obcecados en las nimiedades de la vida, en proyectos egoístas y absurdos, en meras distracciones que nos alejan de las cosas importantes. El capitalismo salvaje devora por completo la moral de occidente. La nueva esclavitud consiste en trabajar demasiadas horas al día para luego gastarlo todo en unas pocas horas. Un círculo vital vicioso que nos atrapa y nos consume. Los padres de familia llegan a casa cansados, de mal humor. La caja tonta los distrae, los aleja de conversar con su familia, de dedicarles tiempo a sus hijos, de inculcarles valores. Mientras, la televisión ofrece programas más nocivos, más asquerosos, más repugnantes. Los medios de "incomunicación" nos comen la mente, desde que nos levantamos hasta que nos acostamos, la prensa escrita, la radio, la publicidad. Todos nos dirigen el pensamiento hacia donde quieren.Despedazan a personajes públicos, hacen humor con todo, sin límites. Su programación promueve estilos de vida peligrosos, sube al trono a unos cuantos y mañana los desecha sin escrúpulos. Vende fama, poder, prestigio, juventud y belleza. Todo mentira, todo efímero, todo vano...
La familia no es un símbolo de unión ni un refugio. Se convierte en un tormento, en hogares infernales, en familias rotas y desestructuradas.
Los valores de nuestra sociedad son ahora el más absoluto egocentrismo, el egotismo, el triunfo del ególatra. Los cánones de belleza son exagerados, retocados, irreales, artificiales. Provocan que los adolescentes se conviertan en maniquíes vacíos, en descerebrados con un peinado perfecto, en músculos sin alma. Los maridos encuentran menos atractivas a las mujeres que ayer amaron y buscan el vicio haciendo de la prostitución el negocio sumergido más rentable del sistema, rompiendo una vez más sus familias.
Las drogas destrozan a los jóvenes. Madres desoladas lloran a sus hijos cocainómanos, que empezaron solamente fumándose un porro.
El mundo vende fiesta a las manadas de jóvenes. Todo puede reducirse a tres frutos que se pueden cosechar en fin de semana: sexo, drogas y alcohol. ¿Por qué es necesario beber y drogarse si tanto disfrutamos saliendo de fiesta?
Mientras, el mundo desarrollado siente la más absoluta de las indiferencias hacia la gente que vive y muere en la miseria.
La clase política busca el poder nutriéndose de los impuestos de la clase trabajadora que paga coches oficiales, almuerzos y cenas con buen vino. Corruptos, corrompidos, roban y desaparecen.
La educación, las prestigiosas universidades se encargan de construir a los nuevos robots que dirigirán el mundo y asegurarán que el sistema no caiga.
A eso conduce un mundo alejado de Dios.
Me siento infeliz, me he sentido vacío alejándome de él, caminando sin rumbo por el camino ancho que casi todos toman.
En este punto doy la vuelta. Me voy por el camino estrecho. Busco la espiritualidad, la esperanza de que un nuevo mundo es posible.
Y es posible para ti también, si como yo, das la vuelta y cambias de camino.


"Y Dios mismo estará con ellos. Y limpiará toda lágrima de sus ojos, y la muerte no será más, ni existirá ya más lamento ni clamor ni dolor. Las cosas anteriores han pasado”.
Revelación 21:3,4

El Vendedor de Versos.

jueves, 12 de noviembre de 2009

Las oraciones

A veces basta con no esperar nada, con no pedir nada, con no soñar nada. Basta con tener los ojos mirando a ras de suelo para que desde arriba se presente aquello con lo que ni siquiera te atreviste a soñar. Algunos quejumbrosos llaman a Dios sordo por no prestarles atención a sus fervientes súplicas. Nunca florecerán las peticiones que nacen del egoísmo ni del provecho individual. Dios da sin pedir nada a cambio. Nosotros mismos nos quitamos. Quitar, quitando y quitado. Infinitivo, gerundio y participio de la tónica de nuestros días. El mundo sería distinto si alzáramos la vista, si nuestra espiritualidad venciera en un intenso pulso nuestra vanidad e imperfección.
Hoy el de arriba responde a mis oraciones. Nunca le pedí nada. Y me está dando mucho.

El Vendedor de Versos.

sábado, 31 de octubre de 2009

La cita

Todavía no había recibido su llamada. Aun así, ansioso por reencontrarse con ella, tomó el metro con tres cuartos de hora de antelación. Decidió llamarla nada más bajar en la parada del metro. El móvil estaba apagado. Para matar el tiempo hasta que llegara la hora de la cita optó por un paseo por el barrio. Le llamaron la atención unos edificios viejos, descuidados y tétricos. Los tendederos estaban repletos de ropa tendida. Las prendas bailaban con gracia, fusionándose con el viento, como si del vaivén de un baile de verano se tratara, secando los tejidos del vestido de la gente humilde.
Empezó a sentirse estúpido observando detalles insignificantes, dando vueltas sin ton ni son. Buscó un bar. Antes de pararse en una terraza, al lado de un enorme parque bullicioso por el juego de los niños, desechó la idea de entrar en otros dos. Uno por cutre y chabacano. El segundo tenía como recibimiento de bienvenida a un gordo borracho aposentado en la barra, y a un ludópata con los ojos rojos mirando fijamente en la máquina tragaperras.
La camarera tardó un rato en salir a la terraza para atenderle. Se sintió reconfortado allí sentado, la brisa era agradable y le vino la inspiración. Una buena elección. Podía entretenerse examinando a quienes pasaban, sin agobiarse por el flujo de paseantes que circulaba. Pidió un zumo de melocotón y hurgó en su cartera buscando lápiz y papel. Se puso a escribir versos. Le divertía la mirada de la mujer que le examinaba con curiosidad desde la mesa del lado.
Diez minutos después apareció Raquel. Su paraticular aura era capaz de hacer latir los corazones aletargados. Su alegría, la más contagiosa de entre todas las epidemias habidas y por haber. Le tenía un cariño enorme. Era diferente a las demás. Huía de la superficialidad y veía más allá de su ombligo. Fue una suerte conocerla. Quién iba a decirle que una noche que pintaba aborrecible le brindaría la oportunidad de ponerla en su vida. La veía más poco de lo que quisiera, por eso los momentos que pasaban juntos tenían algo especial.
De pronto su reacción fue inesperada. Raquel miró dentro del bar, hacia las mesas de la terraza y hasta examinó su propia mesa mirándole incluso a los ojos. Sin más pasó de largo, como buscando a alguien. "Y ese alguien soy yo" pensaba sentado, como en estado de shock al ver que no le prestaba la más mínima atención. Buscó una rápida respuesta, era imposible que hubiera cambiado tanto en apenas unos meses.
La chica continuó bajando la calle y a unos quince metros se encontraba con él mismo. Empezó a pensar que deliraba. Se pellizcó fuertemente en el brazo para comprobar que no era un sueño macabro. Raquel y su otro yo se saludaron con dos besos, se abrazaron y se fueron sonrientes, desapareciendo por una calle que giraba a la derecha.
Un viejo se sentó a su lado. Miró al joven con cara de compasión y le dijo:
- Muchacho, ¿no viste? - le preguntó con un marcado acento argentino-. La muchacha que vos esperabas se fue de paseo con tu alma.
Aliviado sin causa le agradeció al viejo su explicación.
"Ya decía yo que desde hace un tiempo me sentía, como vacío..." pensó.

El Vendedor de Versos.

domingo, 25 de octubre de 2009

Del desencanto y el desengaño

"Y odié la vida, porque el trabajo que se ha hecho bajo el sol era calamitoso desde mi punto de vista, porque todo era vanidad y un esforzarse tras viento".

Libro del Eclesiastés 1:17.

Descubrir que los versos que anoche te apasionaban, a la mañana siguiente apenas te interesan. Que la mirada que prendía la llama ahora solo prende el fuego inocuo de tu indiferencia.
Se conocen las relaciones con fecha de caducidad, los intereses, las maldades, la sospecha, lo más bajuno del ser inhumano.
Los palacios se transformaron en andrajosas casuchas que ahora se caen a trozos. Porque ningún palacio se puede disfrazar de lujo para ocultar ese infierno que habita en él. Si las apariencias construyen sus vidas, aparentemente tendrán de todo y literalmente no tendrán nada. Pobres, pobrísimos, paupérrimos. Altivos, mezquinos, aduladores, avaros, egoístas, diablos, satanases.
Las ganas de volar y de soñar ahora son un ir tirando, una alegría de tanto en tanto, un ir sobreviviendo a la inmensa tristeza que provoca el desencanto.
La elegancia y lo pomposo, vanidad de vanidades.
Los sueños, sueños empaquetados, sueños que tú no decidiste soñar. Pedestales donde intentaron aposentarte para sentirte idolatrado, que tú has rechazado. Pedestales tras los que estúpidos se matan con tal de ser entronizados con la corona de la fama y la superficialidad.
Sociedad enferma, de los sinvivires, de los quehaceres, de los sin tiempo, de los sin alma, de los sinsabores. Mundo de la etiqueta, de la ignorancia, de la penumbra, del engaño, de las putas, los puteados y los hijos de puta. La sociedad del desengaño.

El Vendedor de Versos.

viernes, 21 de agosto de 2009

Del tiempo, los sueños y el sistema

He vivido 7304 días, 247 meses, 1043 semanas, más de 175.000 horas y más de diez millones y medio de minutos. Hoy cumplo 20 años.

Apenas debe ser un aperitivo de tiempo para el viejo sediento de su tan lejana juventud, a la espera de los postres amargos que le traerá la muerte. Esos miles de días han pasado tan rápido como una tormenta de verano y casi ni me ha dado tiempo a sentir como las gotas mojaban mi piel. Reconocer y caer en la cuenta de todas las cosas que me quedan por hacer y por aprender me llena de vida, de aprecio por los miles de días que espero que Dios me siga dando. Aprender es la ambición y la razón de mi vida. Como dijo un sabio profesor, lo primero es observar. De la observación deriva el aprendizaje y de ahí surge el amor, que nos mueve a proteger.

Hay que vivir mirando más allá de nuestro ombligo, huyendo del egoísmo. La pandemia real que asola el mundo entero, por la cual no hay investigador que busque vacuna. El virus que parece formar parte adhesiva a nuestro mismísimo ADN. Plantarle cara al sistema que busca el máximo beneficio del individuo pisando cabezas si hace falta para alcanzar la cima. Imagínate cuando el que llegó a la cima sacrificando su tiempo se dio cuenta de que todo era humo, de que la felicidad se hallaba mucho más abajo de dónde le vendieron que tenía que subir. La locución del carpe diem se me antoja estúpida. No se puede vivir al máximo cada momento porque el tiempo pasa y es efímero, la alegría es un estado de ánimo que de ninguna manera puede permanecer inalterable. En cambio sí puede hallarse la plenitud a través de otros medios.

Hay que cultivar un sueño loable, regarlo y convertirlo en nuestro motor vital. La plenitud consiste en conocer mundo y abrirse a escuchar otras ideas, no solo a oírlas y desecharlas para quedarnos con las nuestras. Tan solo tendrás una certeza cuando estés seguro de haber escuchado todas las objeciones posibles y por su lógica hayan prevalecido. La plenitud consiste en conocer gente y descubrir cosas buenas en el interior de cada una de ellas. El buscador de oro no se centra en los desechos con los que se encontró antes de hallar una pequeña pepita de alto valor.

Luego están los sueños. Es justamente la posibilidad de alcanzar un sueño el aliciente que hace a esta vida más interesante. Y es placentero vivir en las nubes, soñar despierto más que dormido. Con el paso de los años otro mal nos posee y nos aliena. La rutina. El sistema vigente y cada vez más en estado de putrefacción, se alimenta de nuestro tiempo. El tiempo, el único bien que poseemos y debemos cuidar. No puede mantenerse sana una economía si los individuos enferman para sostenerla. Hay que pensar, huir del miedo. Si hemos llegado hasta aquí ha sido gracias al amor. Por mucho odio que hayamos fabricado, el amor nos ha llevado a donde estamos. El amor nos hará ricos y la falta del mismo tremendamente miserables. Este proceso de individualismo nos ha llevado a convertirnos en seres solos. Podemos sentirnos solos rodeados de gente. La soledad solo puede vencerse ayudando a los demás, o mediante la creatividad del ser. Somos los esclavos de un "sistema libre".

Cuidemos nuestro tiempo. Que el sistema no nos tome más tiempo del justo y nos deje expresar amor, humanidad, espiritualidad, cooperación, solidaridad... Si el sistema no tiene en cuenta nuestro tiempo caerá por su propio peso. No subamos al tren de este mundo. Dejémoslo pasar. Construyamos un nuevo mundo.

La lista es interminable. Gracias a todos aquellos que han compartido su tiempo conmigo. Nos os olvido. Gracias a todos aquellos que me ayudan a crecer, a aprender, a quienes me hacen feliz con una sonrisa y son un ejemplo de lo que la lucha es realmente.

El Vendedor de Versos.

jueves, 20 de agosto de 2009

El barquero

"Era un joven erudito, arrogante y engreído. Para cruzar un caudaloso río de una orilla a otra tomó una barca. Silente y sumiso, el barquero comenzó a remar con diligencia. De repente una bandada de aves surcó el cielo y el joven preguntó al barquero:
- Buen hombre, ¿has estudiado la vida de las aves?
- No señor -repuso el barquero-.
- Pues debo decirte que has perdido la cuarta parte de tu vida.

Pasados unos minutos, la barca se deslizó junto a unas exóticas plantas que flotaban en las aguas del río. El joven preguntó al barquero:
- Dime barquero, ¿has estudiado botánica?
- No señor, no sé nada de plantas.
- Pues debo decirte que has perdido la mitad de tu vida -dijo el petulante joven-.

El barquero seguía remando pacientemente. El sol del mediodía se reflejaba luminosamente sobre las aguas del río. Entonces el joven preguntó:
- Sin duda llevas muchos años deslizándote por las aguas. ¿Sabes por cierto, algo de la naturaleza del agua?
- No señor, me temo que nada sé al respecto.
- ¡Oh amigo! Creo que has perdido tres cuartas partes de tu vida.

Súbitamente la barca empezó a hacer aguas. No había forma de achicar tanta agua y la barca comenzó a hundirse. El barquero preguntó al joven:
- Señor, ¿sabe nadar?
- No - repuso el joven -.
- Pues me temo señor, que ha perdido usted toda su vida.

El Maestro dice: Y es que no es a través del intelecto como se alcanza el Ser. El pensamiento no puede comprender al pensador y el conocimiento erudito nada tiene que ver con la Sabiduría."

101 cuentos clásicos de la India. Recopilación de Ramiro Calle.

El Vendedor de Versos.

lunes, 10 de agosto de 2009

Proyectos

En un mes viajaré a Londres. Empiezan mis proyectos de ver mundo, aprender idiomas, crecer...
Dice mi padre que me voy al "mundo civilizado, el peor mundo". Que si me fuera a África dónde el producto que siempre ha estado de moda ha sido la miseria, compartirían conmigo lo poco que tuvieran. En nuestro mundo civilizado, me advierte que si me va mal no harán más que mirarme por encima del hombro y animarme a volver a casa.
Es un periodo de cambios. Estoy asustado. He visto muchas fotografías de cuando era niño. Me ha tomado de repente el ferviente deseo de poder parar el tiempo... Lejos de no querer crecer y ser siempre pequeño sólo pido un poco de calma, que no corra tanto el segundero.
En unos días cumpliré veinte años... Solamente empiezo a vivir, y tengo muchos proyectos, demasidas desilusiones y pocos deseos de adquirir lo que me ofrece este mundo. Pero aún quiero más.

El Vendedor de Versos.

viernes, 10 de julio de 2009

El escritor


Un escritor es como una puta, lo decía Charles Bukowsky. Ejerce el mismo papel para sus lectores. Leen tus poemas, tus textos, tus novelas y ya han terminado contigo. Tú les das algo que forma parte de ti, que sale de dentro, del alma, de lo más profundo. Y cuando se sacian te olvidan. Pero no hay cosa que me guste más que la escritura. Y quiero prostituirme con millones de personas.

El Vendedor de Versos.

martes, 7 de julio de 2009

El rincón oscuro

Dime qué haces atormentándote desde ese rincón oscuro, siéntate a mi lado, confía en mí.

¿Cuál es el mayor de tus problemas? Quiero que me cuentes la causa de tu angustia, de tu pena, de tus lamentos. De que llores por las noches amargamente. De que quieras acabar con todo, de que la vida te sepa a mierda y castigo. ¿Por qué te atacan depresiones tan violentas?

¿Acaso alguien te maltrata? ¿Naciste en la miseria, en un país explotado? Cuéntame si de pequeño tus juegos fueron en un parque con jardines, fuentes y columpios… ¿Tuviste una familia, un hogar lleno de paz?

O… ¿trabajaste como un esclavo para ayudar a tu familia? Dime si no fuiste a la escuela porque, simplemente, te privaron de vivir tu infancia. Quizá sufriste abusos de tu padre. Llegaba borracho a las tantas, le pegaba a tu madre, os violaba… Era un alcohólico, un hijo de puta. ¿O era un ludópata? Nunca te quiso, nunca te dijo “te quiero”, afróntalo con sinceridad, dime, ¿nunca te abrazó, nunca te besó?

¿Conociste a alguien atrapado por las drogas? ¿Alguien que destrozara su vida y la de quienes le rodeaban?

A lo mejor naciste postrado en una silla de ruedas. En esa cárcel que te priva de vivir como un ser humano se merece. Sin percibir el tacto de una flor. O sin verla. O sin escuchar nada. Sin tener sensibilidad en todo el cuerpo.

¿Viste morir a alguien que querías? Comprendo tu dolor. Puedes hablar conmigo. ¿Fue el cáncer su verdugo? ¿Un accidente, otra enfermedad? ¿Qué lo mató?

Sal de tu rincón oscuro y, si no es este ninguno de tus problemas, por favor, ilumínalo, y piensa. Piensa en tu suerte y vive. Vive.

No te refugies en lamentos, no le des lugar al llanto, no prives a las sonrisas de florecer en tu boca. Lucha, ayuda, sal de tu egocentrismo. Da, porque la vida quita sin avisar, pero premia y a veces no nos damos cuenta.


El Vendedor de Versos.


domingo, 5 de julio de 2009

Noche de verano

Deprisa me vestí con lo primero que encontré en mi desordenada habitación. Unos tejanos, una camiseta blanca con las mangas cortadas, y unas deportivas blancas. Tras un portazo, me abalancé a la calle en busca del silencio, huyendo de los gritos y los reproches. Era la misma historia de siempre. Mi falta de responsabilidad, la pasividad que transmito hervía los nervios en casa. Siempre me he tomado las cosas con calma, dejando para última hora lo que de sobra me daba tiempo de hacer hoy, y con el paso del tiempo sigo sin cambiar un ápice mi comportamiento. No sé, no creo que sea para tanto.

Algo me oprimía el pecho, como un desasosiego constante. Desde que llegué llevo días y días sin parar de pensar ni un segundo en mil cosas, mi cabeza no para. Y a veces le pido que me dé tregua, dame un poco de paz por el amor de Dios. Pero no cesa, y mis pensamientos viajan a mil por hora, me arrojan recuerdos a la cara, algunos que duelen…

El paseo sirvió de mucho. Con el ajetreo rutinario de cada día, dejamos de fijarnos en los pequeños detalles. Y dónde sino se encuentra la felicidad. Justo en la entrada de mi antiguo instituto hay un pequeño jardín vallado, donde crecen rosales que sin dolores de parto dan a luz a rosas de todos los colores. Donde estaban las flores solo veía exámenes, profesores tediosos, y paredes frías y grises.

En el taller de enfrente del instituto, hay un pequeño apartamento donde vive el mecánico. Se le oía moler café desde la calle, y la televisión estaba encendida, y el ventilador de aspas del saloncito apagado.

Las ventanas de los vecinos de los bloques colindantes se alumbraban por la luz de más televisores. Curioso contraste, que desprenda un resplandor el aparato que oscurece las pocas luces que ya tenemos. El chisme que adormece nuestras ganas, nuestro espíritu, que nos amuerma, nos atonta y nos vende lo vano y lo chusco envuelto en audiencias de récord.

Acostumbrado a Barcelona, no encontrarse tráfico paseando por la noche, y escuchar solamente el sonido de mis pasos daba cierto miedo. Si es que tengo la capacidad de asustarme de algo a estas alturas. Subí a paso lento por el paseo del Parque, lleno de casitas bajas en su margen izquierdo. Parece que en ellas no viva nadie. Con las persianas bajadas apenas se perciben sonidos desde su interior, ni luces ni movimiento.

Recuerdo la casa de color asalmonado, hoy en obras. De pequeño soñaba con vivir allí. Cuando volvía de jugar a fútbol en el parque, con las rodilleras llenas de barro, mis guantes de portero y el balón bajo mi brazo, fijaba la vista en aquella pequeña casita adosada, vete a saber por qué razón. Imaginaba que un día sería mi casa. Ahora esa pequeña casa adosada no me parece más que ridícula y poco acogedora. La magia se pierde y la amargura nos toma a medida que nuestra parte infantil vuela lejos para no volver.

Subiendo hasta llegar casi al final del paseo, giré a la izquierda. A unos cincuenta metros me quedaba un albergue, del que procedía el jaleo de los chavales que pasaban allí unos días de sus vacaciones de verano.

Rodeando las manzanas de chalés, me fijé en uno muy grande, con el exterior de piedra y madera de roble. En el jardín cenaban y charlaban animadamente familia y amigos de los pudientes anfitriones. ¿Quién puede pensar en toda la mierda que hay en el mundo, si tu casa apesta a lujo y aposentas tu elegante culo en sofás de confortable cuero? Eso me lleva a pensar en qué interés pueden tener los políticos, los diplomáticos, en la gente que nunca comprenderá lo que es un banquete regado por el mejor vino. Con sus vidas de viajes, hoteles, y lujos que paga el pueblo, ¿quién comprende al que siente rugir de hambre sus tripas, al que no tiene trabajo, al que debe mantener a una familia, al enfermo, al miserable?

Cerca del parque donde pasé mis tardes jugando cuando era niño había un gran descampado. Ahora se levantaba sobre él una moderna guardería. El puente que conducía al pueblo más cercano era nuevo y habían hecho una rotonda para acceder a él sin peligro. Aún recuerdo el viejo puente que tenía pinta de que fuera a derrumbarse si el río bajaba con fuerza, o si se juntaban unos cuántos coches para cruzar.

Yendo hacia las afueras del pueblo, como una visión irreal se plantó ante mí. Era una enorme y nueva zona urbanizada. ¿Dónde están los campos sembrados? Saltando una valla, curioso, recorrí aquel entramado de carreteras urbanas de ciudad en miniatura, recién asfaltadas, de carriles bici y zonas de paseo. Los aspersores regaban la zona ajardinada y los caracoles salían al presentir la humedad. Tuve la fantasía de estar acompañado. Y que tumbados sin más quehacer que observar el cielo oscuro, nos sorprendiera el riego de los aspersores y nos comiéramos a besos, sin preocuparnos de acabar empapados. Tomé a un caracol, que curioso asomaba de su caparazón, y se situaba peligrosamente en mitad de la carretera. Lo coloqué en la hierba, para que campara a sus anchas. ¡Quién tuviera caparazón para esconderse de vez en cuando!

Absorto en mi paseo y percibiendo los aromas de esa noche de verano, me sobresaltó la llamada de Gerard. “Quedamos en veinte minutos en la fuente del paseo”. Di un rodeo para alargar el trayecto y llegar con el tiempo justo con tal de no esperarle demasiado. Tomamos una cerveza servida por la chica con los ojos más bonitos del pueblo. Una camarera del este. No son tan hermosos como los de Lorena, ni esa pobre camarera de rostro triste tiene su sonrisa luminosa, pero en esa noche de melancolía era lo más bello que vi.

Conversaciones con él, sobre nuestra ansiedad. Mi preocupación por no hallar un sitio en este mundo. Recordaba aquella canción de flamenco que decía, “carromatos llenos de gente, yo no encuentro mi sitio, yo no lo encuentro”. Deprime no poder salvar casi nada, ni personas buenas, ni valores, ni acciones, ni sentimientos puros. Nos ahogamos y necesitamos oxígeno a bocanadas, necesitamos respirar proyectos, ilusión y ganas.

Sin ganas de más, me despedí y enfilé el camino hasta casa, para escribir brevemente sobre esa noche de verano.


El Vendedor de Versos.

lunes, 22 de junio de 2009

Sorpresas

Pasada la medianoche, la tinta que dibuja estas letras hace que te sienta más cerca, rozándote, casi te puedo tocar, si cierro los ojos puedo imaginar que estás a mi lado.
Una vez alguien me dijo que debería ser un mago quien fuera capaz de hacer sentir a este corazón muerto. En unas horas fuiste capaz de que me diera cuenta que sólo dormía. Mediante tu mirada de miel, ese corazón helado pasó a ser fuego puro, y es por ti, no puedo estar más seguro. Y esta es la primera de las sorpresas.
Ese tipo de sorpresas que necesitamos que nos dé la vida para que no nos ahogue la monotonía. Siempre me acordaré de cuando hablábamos de ello, mientras te acariaba el pelo sentado como un niño en tus piernas.
¿Sabes? Tú eres la sorpresa. Mi revolución interna, ha hecho que me dé cuenta de que tú eres mi lucha. De que no quiero quedarme de brazos cruzados cuando alguien se disponga a robarme tus besos.
Desde ya, quiero que sean sólo míos.
La segunda de las sorpresas es la capacidad que tienes de convertir el tiempo en recuerdo. Me haces libre, estar contigo me hace libre, pues si el tiempo nos esclaviza tú haces que me olvide de que corre rápido, he ahí mi libertad, la libertad que tú me das.
Estoy seguro de que cada momento se guarda en mí, y todos los momentos serán imborrables e indestructibles como la caja negra de un avión.
La vuelta en tren hacia Barcelona, todo lo que hablamos, el camino hasta llegar allí agarrado de tu mano, pasar media tarde tumbado contigo, las Ramblas, la piedra azul brillante que debe darte buena suerte, mi anillo que ahora es tuyo, todo mi yo que ahora es tuyo...
¿Platónico? Algo tiene de espiritual, pero también es algo mágico. Apareciste en mi vida el día con más horas de luz de todo el año. Ahora quiero besarte en la noche que se viste de fuego y jarana.
Esa será mi sorpresa.

El Vendedor de Versos.

lunes, 18 de mayo de 2009

Benedetti, el poeta.

Hoy el corazón de Benedetti partió hacia la libertad. Como él decía, después de todo, la muerte es sólo un síntoma de que hubo vida. Simplemente gracias, poeta...
Reproduzco una de sus perlas. Una de tantas...

NO TE SALVES

No te quedes inmóvil al borde del camino,
no congeles el júbilo,
no quieras con desgana,
no te salves ahora
ni nunca.

No te salves
no te llenes de calma
no reserves del mundo
sólo un rincón tranquilo
no dejes caer los párpados
pesados como juicios
no te quedes sin labios
no te duermas sin sueño
no te pienses sin sangre
no te juzgues sin tiempo.

Pero si
pese a todo
no puedes evitarlo
y congelas el júbilo
y quieres con desgana
y te salvas ahora
y te llenas de calma
y reservas del mundo
sólo un rincón tranquilo
y dejas caer los párpados
pesados como juicios
y te secas sin labios
y te duermes sin sueño
y te piensas sin sangre
y te juzgas sin tiempo
y te quedas inmóvil
al borde del camino
y te salvas
entonces
no te quedes conmigo.

Mario Benedetti.



El Vendedor de Versos.




domingo, 17 de mayo de 2009

El camino

Lo lanzaron hacia ese camino extraño y sin salida de golpe, de un fuerte empujón. Rápidamente se giró y se dio cuenta de que no había ninguna puerta para regresar a su vida anterior.

Y en el camino nada le resultaba familiar. El ambiente era oscuro, tenebroso, le faltaba luz, alegría. Y se antojaba largo… demasiado largo. Y allí solo, herido, desorientado, no le quedaba más remedio que caminar. Caminar y caminar hasta llegar a algún lugar seguro.

Además sus sentidos se encontraban medio adormecidos. Nadie le había dado un mapa para orientarse, le faltaba una guía, algo en lo que apoyarse.

Sumamente triste y cansado decidió emprender el camino al día siguiente, puesto que empezaba a oscurecer y el cielo avecinaba tormenta. Buscó refugio entre el bosque que estaba junto al camino, se acurrucó e intentó dormirse. Poco a poco el cansancio se apoderó de él, y el sueño lo tomó por completo. Empezó a soñar. Y en el refugio de sus sueños encontró todo cuanto necesitaba. El escenario volvía a ser el tenebroso camino en el que estaba. Mientras se secaba el sudor, fatigado, una voz se oyó.

Conocía esa voz. La pacífica voz de la persona que más lo amaba en el mundo. La que entregaría todo por él si fuera necesario, en quien podría confiar siempre, apoyarse en ella sin dudarlo. Aquella voz, llena de amor, le contó que a ese camino tarde o temprano todos eran arrojados sin previo aviso, de un golpe seco. Pero que él tenía en su alma las armas que le darían la fuerza para terminarlo y llegar a la meta. Su felicidad, sus recuerdos, la luz que irradiaba su sonrisa, su bondad, humildad y su enorme corazón. Debía saber que cuantos lo rodeaban se daban cuenta rápidamente de que él era así. Alguien único, clave en sus vidas, querido, muy querido. Esos que le rodeaban serían también sus soportes. No tenía que dudar ni un momento en pedirles ayuda. Tan solo una señal y dispondrían lo necesario en el momento preciso. Sobre todo, nunca tenía que encerrarse. Si se encarcelaba en sus pensamientos, en sus momentos grises, el camino sería mucho más largo, más difícil, y la meta se alejaría. ¡Cuánto le había aliviado y ayudado aquella voz!... La voz de su padre, que alojado en sus recuerdos lo guiaba y siempre lo guiaría. Antes de despedirse, le recordó que ahí tenía a su madre, que le quería con todas sus fuerzas y le aportaría muchísimas cosas si él se lo permitía. Le dejó un deber, cuidar de ella ahora que él faltaba. Abrir su corazón, desahogarse y no dejar que los sentimientos de tristeza le ahogaran. “Siempre estaré dentro de ti hijo”, y la voz se despidió.

Los rayos de sol lo despertaron a la mañana siguiente. El sendero ya no le asustaba. No le parecía ni remotamente tan oscuro como la noche anterior. Con fuerza comenzó a caminar. A caminar por el camino, su vida, para llegar a la meta soñada, su felicidad.


Siempre aquí contigo Julio,



El Vendedor de Versos.

domingo, 1 de marzo de 2009

El fotógrafo

Siempre pensé que era más filósofo que fotógrafo. Un sabio, alguien tremendamente inteligente. El tipo de persona del que me encanta rodearme, de los que pocos se hallan. Cuando rompía el silencio superaba su belleza, con palabras que hacían que el resto del mundo se detuviera, esperando a que terminara, en un segundo plano.

Él amaba la fotografía por encima de todas las cosas. Su instrumento de pensar, el mismo que seguía enseñándole muchas cosas. Solía contar con nostalgia que fue producto de la fotografía, que nació gracias a ella. Su padre enamoró a la que sería su madre enviándole un retrato.

Hablaba de cosas profundas. Una vez le pregunté por la fragilidad de la verdad. Me contestó que en nuestra era la distinción pertinente en campos como la política o la omnipresente economía ya no está entre lo verdadero y lo falso, sino entre lo verosímil y lo inverosímil. La diferencia ya sólo está en mentir bien o mal, porque la verdad la hemos dado por perdida.

Y cuán posmoderna era la fotografía en esto: miente siempre. Y un buen fotógrafo es el que mejor miente, dándole una dirección ética a su mentira.

Yo detesto Facebook, Tuenti, las nuevas redes sociales donde todo hijo de vecino cuelga sus fotos sin pudor ninguno. Basta con darse un garbeo por la red para realizar la fantasía infantil de ser el hombre invisible, y atravesar las paredes, fisgar sin ser visto. Los hay morbosos, ingenuos, inteligentes, mórbidos, estúpidos, sutilmente eróticos y definitivamente horteras. Él rebajaba mi indignación. Hoy la fotografía ya no se hace para inmortalizar una ocasión solemne. No es memoria del pasado, es parte del presente y tan efímero como él. Quienes cuelgan fotos íntimas, temen y desean al mismo tiempo que sean públicas.

Resulta gracioso, pero la red se convierte en algo parecido a lo que debieron ser las bibliotecas en tiempos de Cervantes: el lugar para vivir vidas paralelas.

¿Y qué sino buscamos? Alejarnos de la aburrida realidad, de la monotonía y la rutina, cada uno por diferentes vías de escape, aunque cada vez más comunes en todos. Se evaden quienes llevan vidas paralelas en la red y entre miles de amigos que cuentan en su página personal, pocos cuentan de verdad en su vida real. Se aleja de la realidad el escritor que vive en sus historias, el cinéfilo, el deportista, el cotilla y el psicólogo.

Y ahora todos observamos todo y todos somos observados.

Si ocurre algo fuera de lo normal miles de objetivos dispararán en cuestión de minutos, incluso de segundos hacia el epicentro del escenario donde ocurra todo.

Y luego está la realidad manipulada por Photoshop. Aunque bien conocemos a individuos que no necesitan ningún programa de retoque fotográfico digital para manipular la verdad. El fotógrafo se muestra tranquilo ante el fenómeno Photoshop. No es más que la vuelta a la pintura, de la pincelada a la pincelada del pintor al píxel por píxel del fotógrafo digital.

¿Y qué somos? El fotógrafo dice que nosotros seremos –ya somos- meros contenedores de historiales de emociones, eso es nuestra identidad.

Si muriésemos y pudieran tomar nuestra memoria y grabarla en un disco duro para que la insertaran en un cuerpo nuevo, seguiríamos siendo nosotros pero en otro cuerpo.

Al igual que la fotografía, la memoria no es la que conserva lo vivido sino la que selecciona lo recordado. El gran papel de la memoria es excluir hechos, no conservarlos. Es lo que hace la fotografía, no plasma toda la realidad, sino que selecciona una parte de ella: la que sale en la foto.

Los ojos no son para ver la realidad, sino para evitar verla toda. Si no lo hiciéramos, sería imposible vivir.

A Joan Fontcuberta, filósofo de la fotografía.

El Vendedor de Versos.

martes, 10 de febrero de 2009

La hemorragia (Caso primero)

Era un hospital ciertamente pequeño. Debía atender y solventar las necesidades médicas de toda la comarca, unas 30.000 personas. Ya se llevaban años y años discutiendo sobre su urgente renovación, y era una constante promesa electoral de cualquier partido que se presentara a las municipales.
Los vecinos estaban hartos de que todos los candidatos prorrogaran su promesa y nunca construyeran un proyecto serio para solventar el problema.
La sala de urgencias estaba dividida en tres espacios separados por tres viejas cortinas. Solía haber un médico de guardia y dos o tres enfermeras. Por tanto, era de lo más normal que el hospital se quedara pequeño, incluso sirviera de muy poco, cuando ocurrían accidentes graves, y eso pasaba frecuentemente.
Esa mañana del frío invierno, un joven con un tremendo dolor en el pecho y taquicardia se encontraba en observación.
Sus mirada estaba perdida, como si su alma no residiera ya en ese cuerpo. Y su corazón con latía como un caballo al trote, espoleado por un nervioso jinete.
De repente y bajo la incrédula mirada del médico de guardia y otra enfermera de prácticas, se abrió una herida en su pecho. Era como si alguien desde dentro de su cuerpo le hubiera pegado un navajazo al chico, de cuatro dedos de largo. De la herida empezó a brotar sangre a chorros, tanta que en pocos segundos y sin que nada pudiera hacer el pobre equipo médico, la salita se llenó de sangre, la camilla, el suelo, todo inundado de sangre. El médico no sabía que hacer, abrumado ante el extraño caso, intentando parar la terrible hemorragia, aturdido y llamando a gritos al resto de enfermeros, avisando al resto de médicos por teléfono para que acudieran a toda prisa.
En pocos minutos el joven moriría desangrado. Le había matado su propio corazón.

(Cuando los sentimientos te matan...)

El Vendedor de Versos

domingo, 1 de febrero de 2009

Carta

Podría empezar preguntándote por qué nos dejaste tan pronto. La última vez que nos despedimos no me advertiste de que no nos volveríamos a ver. Pero conociéndote, sé que te gustaría seguir aquí, tú no sospechabas nada. Yo daría lo que fuera porque volvieras. Marcaste el final de mi infancia. Del día a la noche, la vida me dijo que ya no era un niño. Ahora preciso de tus consejos. Eras mi guía, un padre, el modelo. Aquel que dejaba huella en todas las personas que conocía. Quien lo daba todo, siempre tenía una sonrisa, te ayudaba en lo posible, se desvivía por los demás. Y me duele que hoy haya tanto ingrato que quizá ni te recuerde. Y es como si yo hubiera tenido bajo mi brazo una guía para saber qué hacer, y de repente, me la arrancaran para arrojarla al fuego. Todo reducido a cenizas... Incluso tú, parte de mi, de nosotros, reducido a cenizas.
¿Por qué pudo pararse de golpe un corazón tan grande como el tuyo?
Hoy me siento perdido. Si tú estuvieras quién sabe, pero creo que sería diferente. Empecé a dejar de creer y a sentir artificialmente desde que tú no estás, a medida que voy creciendo. No lo sé seguro, pero una parte de mí debiste llevarte contigo.
La mujer de tu vida perdió la cabeza tras perderte y todos nos sumimos en un dolor demasiado grande. No pudo concebir su vida sin ti, y se partió su mente. Se resquebrajó en pedazos como un espejo a pedradas.
Ahora me sentaría a tu lado. Hablaríamos de tantas cosas... Te pediría que me ayudaras a recuperar la fe que he perdido en las cosas, a recuperar los buenos sentimientos, a sentir el amor que tanto me cuesta cultivar por todo.
Te indignarías conmigo si me vieras. Te sentirías decepcionado. Un poco por todo, por como llevo mi vida. Mi falta de constancia, de metas, mi irresponsabilidad. Aún así nunca serías demasiado severo. Era tu joya, el que más me valoraba y creía en mi. Quizá esté perdiendo ese genio, y sólo sea uno más.
Me abruma y me angustia vivir en este mundo, donde hay días en lo que me gustaría desaparecer. Los sentimientos son de plástico, de cartón... Y desde que te fuiste todo va a peor, aún peor sí... Esto está acabado.
Te espero. Un nuevo mundo tiene que llegar, estoy seguro. Y tengo que abrazarte otra vez, recuperar estos años de tu ausencia.
Desde que no estás soy mucho menos, mucho menos... Te echo de menos.

El Vendedor de Versos.

jueves, 29 de enero de 2009

El refugio

Siempre vuelvo a ti. Vuelvo como el hijo pródigo cuando intento apartarte de mi vida. Pero es como un círculo vital vicioso, como el proceso que hace que llueva. Te antojas imprescindible e indispensable como la respiración. Captar el oxígeno que a veces falta en el aire cargado y viciado de la ciudad. Respirar jadeante. Ahogarse de angustia, de hastío, de pena.

Entonces llamo a la puerta. Y la puerta del refugio siempre está abierta. Quizá tan irreal como el mundo imaginario que todos creamos de pequeños. Ese mundo de inocencia y fantasía, mundo perfecto jamás comparable al que pueda imaginar ningún hombre.

Allí en el refugio, a base de historias, uno huye extasiado y a toda prisa de una realidad que aborrece. Y allí a saltos, a grandes zancadas, al galope, escapa de las barreras, de las fronteras, del “yo no puedo”, de los límites naturales de todo ser humano, se acaricia la irrealidad. Se olvida la mezquindad de la sociedad, su estilo de vida y su motor chamuscado.

En el refugio uno puede morir, incluso matarse, con la certeza absoluta de estar más vivo que nunca.

Y matar. Matar con saña, con premeditación y alevosía a personajes que nunca conocerá.

Se puede hacer el amor durante una noche entera sin rozar siquiera la piel.

Viajar a la otra punta del mundo sin equipaje, sin tomar rumbo hacia ningún lugar.

Amar. Amar locamente y sentir el más puro de los sentimientos sin que nada haya en el corazón.

Describir cosas hasta el más mínimo detalle sin verlas.

Quizá vuelva a la edad media o viaje al futuro, futuro que no distará mucho de la edad media. Ahora los señores feudales visten de traje y corbata.

En el refugio puedes servirte un buen plato del corrompido sistema y comértelo. Y devolver el putrefacto pedazo, sintiéndote tan satisfecho como después de saborear un entrecot en su punto.

Eludir y tratar de mentirosa a la horrible realidad.

En el refugio puedo ser lo que yo quiera. Concebir el mundo que desee, pintar a la gente que yo quiero, decidir hasta el color de sus calzoncillos. Ser rico sin dinero, y vivir hasta que me canse.

Puedo bajarle las bragas a valores que dan risa, a vuestros valores de cartón, y violarlos sin sentirme culpable.

Y a veces lloro en mi refugio sin lágrimas. Que las lágrimas duelen menos que el dolor del alma.

Quiero decirle al mundo que he muerto.

Cuando me vean por la calle que sepan que solo es un cuerpo, una simple carcasa. Un cuerpo que se mueve por inercia, por rutina, por deber, sin demasiada reflexión, quizá ninguna.

Yo no existo. Que me vengan a buscar, a conocer y a querer en mi refugio.

… Introspección…

El Vendedor de Versos.

Poema de Oliverio Girondo.

Llorar a lágrima viva
Llorar a chorros.
Llorar la digestión.
Llorar el sueño.
Llorar ante las puertas y los puertos.
Llorar de amabilidad y de amarillo.

Abrir las canillas,
las compuertas del llanto.
Empaparnos el alma,
la camiseta.
Inundar las veredas y los paseos,
y salvarnos, a nado, de nuestro llanto.

Asistir a los cursos de antropología,
llorando.
Festejar los cumpleaños familiares,
llorando.
Atravesar el África,
llorando.

Llorar como un cacuy,
como un cocodrilo...
si es verdad
que los cacuyes y los cocodrilos
no dejan nunca de llorar.

Llorarlo todo,
pero llorarlo bien.
Llorarlo con la nariz,
con las rodillas.
Llorarlo por el ombligo,
por la boca.

Llorar de amor,
de hastío,
de alegría.
Llorar de frac,
de flato, de flacura.
Llorar improvisando,
de memoria.
¡Llorar todo el insomnio y todo el día!