domingo, 25 de julio de 2010

Me

Valórame. Quiéreme. Fóllame. Flagélame. Sonríeme. Háblame. Léeme. Pésame. Júzgame. Cuéntame. Confiésame. Enamórame. Siénteme. Llámame. Paséame. Muérdeme. Acaríciame. Lámeme. Suéñame. Grítame. Susúrrame. Convénceme. Víveme. Interésame. Sedúceme. Olvídame. Tortúrame. Y finalmente... mátame.

El Vendedor de Versos.

jueves, 22 de julio de 2010

Retrato

No sé bien si es posible. Pero creo, que como Dorian Gray, tengo mi propio retrato, que toma lentamente formas desfiguradas fruto de mis acciones. Conforme fluye mi vida y según la talla moral de mis actos, mi gesto se deforma. Criticar todo por rebeldía y no amar nada con toda gana, permanecer lastrado por la desidia y la inconstancia mata el brillo de mi mirada. Aquellos ojos verdes y brillantes cada vez son más pequeños y expresan menos. Adiós a la profundidad de esa mirada que un día robó corazones sin que me los quedara. Corazones que me amaron y deseché.
Las noches perdidas, las horas insípidas, los conocidos que ni siquiera me conocían y con los que regalé mi tiempo.
Los besos que te regalé en un callejón y que no te merecías. Las sesiones de autodestrucción secreta por indisciplina contra el mundo, contra todo, contra nadie en especial y que finalmente solo se volvió en mi contra. Vi a niños que ahogaban su sed de juventud a base de vodka y whisky barato. Ay! Cuando se den cuenta del volar de los tiempos de gloria, cuando miren las palmas de las manos y no encuentren nada.
Esas noches perdidas, mi autodestrucción, han marcado bajo los ojos opacos una profundidad mortecina. Unas oscuras ojeras que borran mis rasgos infantiles y que me hacen aparentar todo lo que nunca quise.
No sé bien si es de tanto pensar. Pero tengo tantas entradas como pocas salidas veo a mi existencia-occidental-vacía.
Mi espíritu no engorda porque dejé hace tiempo mi espiritualidad de lado. Así que cada vez me veo más flojo, delgado, frágil, huesudo, quebradizo incluso. Mis facciones se hunden como si las llamara la tierra, como si la muy puta me obligara a arrastrarme ya como un gusano antes de tiempo.
No sé bien si será la soledad. La más terrible, la de sentirse solo acompañado, la de no encontrarle color a casi nada. Envidio insanamente a quien degusta y se relame con los sinsabores de los días.
Y cuanto más jodido estoy más lo refleja mi retrato. Os envidio a todas ¿sabéis? Porque a mí no hay maquillaje que me esconda las brechas del alma, que se asoman por la ventana de mi mirada las muy cabronas.
Y es que no sé bien nada y el retrato no tiene arreglo y yo tampoco. Hasta mi letra es ahora fea, retorcida e ilegible.

El Vendedor de Versos.

lunes, 19 de julio de 2010

Jack Daniel's

Qué importaba dormir tres horas después de haber trabajado un día entero... Qué importaba si tus besos iban a recompensar mis desgracias, los rutinarios días de esclavitud pagada, el insulso sabor de la vida de un perdedor. Tu lengua paseando por mis cicatrices para acabar cerrándolas del todo. Refugiándome del mundo dentro de ti, absorbiendo tu calor para no sentir nunca más el frío atroz que se amotina dentro. Acallar mis vivas tristezas, las más profundas nostalgias a base de ungüentos de juegos de niños y de locuras deshidratadas.
Mas lo único que conseguí al llegar fue robarte un beso. Un beso frío como el témpano. Todo lo demás, el tiempo que pasé contigo y todo lo que sufrí por dentro lo guardo en mi saco de fracasos que va a reventar dentro de nada, rebosante de sinsentidos.
Digería poco a poco el desencanto sentado frente a ti. Removiendo mi copa de Jack Daniel's con hielo que aturdía un poco mis lamentos. Yo estaba allí para quererte, tú estabas lejos. Y tus ojos me miraban pero no me veían. Pensaba que mis ganas de quererte me traspasaban la piel, y que tú lo verías apenas en un vistazo. Pero no. Volaste y volaron mis ganas de amarte. Y no volverás, no volverás.

El Vendedor de Versos.