sábado, 30 de abril de 2011

El tren del miedo

Conozco muchas formas de autocastigo. Ocupo algunos minutos de los días que paso encerrado en casa buscando cosas para torturarme. A veces encuentro fotografías de hace unos años, no muchos. Pero lo cierto es que apenas tres o cuatro años alcanzan para transformarlo todo como si hubiera barrido el paso de décadas. Esas fotografías, parecen guardar dentro de ese adolescente que era, un rastro que advierto de la desaparecida inocencia que siempre tengo en boca. Que siempre tengo en boca porque ya apenas me roza.
Cómo cuesta ahora reconstruirlo todo y querer volver a ser, a parecerme un poco más a quien era. Qué recuerdos de cuando sabía querer en aquellos primitivos correos de dos o tres chicas que me quisieron también.
El principio de mi historia con personas que se han convertido en pilares de mi existencia y que me aúpan cuando me creo nada.
No puedo dejar de asustarme, sucumbir al llanto callado por no molestar, pero este monstruo que se llama tiempo sigue dándome mucho miedo.
Este tiempo es como un túnel de feria que promete horror y siempre asusta. Qué pantomima pensar ahora en aquellos payasos con caretas feas que a escobazos reproducían una burda imitación del miedo.
Miedo es eso, el paso del tiempo y no tener nada entre las manos. Recordar que ya se terminó mi adolescencia aunque aún me dé la risa tonta y a veces sea loco. Sigo bebiendo esa bebida de inmadurez que sabe dulce entrando en boca y deja amargo cuando pasa el trago.
Y el tren del miedo y el tren del tiempo da vueltas y vueltas hasta que la muerte o el fin lo pare, pero monótono las vueltas ya no me pintan igual de bonitas que antes.


El Vendedor de Versos.

martes, 12 de abril de 2011

Sabías volar

Vos lo dijiste/nuestro amor/fue desde siempre un niño muerto/sólo de a ratos parecía/que iba a vivir/que iba a vencernos/pero los dos fuimos tan fuertes/que lo dejamos sin su sangre/sin su futuro/sin su cielo/un niño muerto/sólo eso/maravilloso y condenado/quizá tuviera una sonrisa/como la tuya/dulce y honda/quizá tuviera un alma triste/como mi alma/poca cosa/quizá aprendiera con el tiempo/a desplegarse/a usar el mundo/pero los niños que así vienen/muertos de amor/muertos de miedo/tienen tan grande el corazón/que se destruyen sin saberlo/vos lo dijiste/nuestro amor/fue desde siempre un niño muerto/y qué verdad dura y sin sombra/qué verdad fácil y qué pena/yo imaginaba que era un niño/
y era tan sólo un niño muerto/ahora qué queda/sólo queda/medir la fe y que recordemos/lo que pudimos haber sido/para él/que no pudo ser nuestro/qué más/acaso cuando llegue/un veintitrés de abril y abismo/vos donde estés/llevale flores/que yo también iré contigo.


Fragmento del poema "A la izquierda del roble" de Mario Benedetti.


Sabía que tu mensaje iba a llegar pero no quise creérmelo y envié cientos de ellos antes de que el último llegara.


Y a pesar del final, llegamos a ser todo aunque el recuerdo ignore aún que nos quedamos en nada. Sabes tan bien como yo que hay marcas que no se borran ni queriendo. Ni queriendo quererte fui yo el que se te quedó dentro.


Podría seguir luchando. Coger el próximo tren para pedirte que me digas adiós para siempre mirándome a los ojos. Pero no voy a buscarte por miedo a que mintiéndome seas capaz de decirlo.


Quiero pensar que fuiste solamente la musa pasajera que me inspiró en cuatro textos. Quiero pensar pero no puedo, porque te quiero y sé que tú eres mucho más que eso.


Las letras me salen retorcidas y las noches me vuelven a dar miedo. El whisky consolador vuelve a llamarme pero este dolor me lo trago sin anestésicos.


Sin mí serás feliz porque eres muy buena inventora, y sé que podrás inventarte que solo fui un recuerdo venido a deshora. Un recuerdo que incordia, un recuerdo venido a más, algo que se saca de quicio y ya no puedes volver a encajar.


Quiero que me guardes por trocitos en tu nostalgia, por fascículos en tu memoria, como polvo en tus estanterías. Quiero que sientas lo mismo al recordarme que cuando abro el cajón donde guardo las cosas de cuando era niño, y me mata la nostalgia pero me siento feliz al recordar.


Sé que nunca sabremos cuánto podríamos haber sido y que es una pena, pero aunque sepas volar, no verás nunca "El lado oscuro del corazón" conmigo.




El Vendedor de Versos.