Apenas debe ser un aperitivo de tiempo para el viejo sediento de su tan lejana juventud, a la espera de los postres amargos que le traerá la muerte. Esos miles de días han pasado tan rápido como una tormenta de verano y casi ni me ha dado tiempo a sentir como las gotas mojaban mi piel. Reconocer y caer en la cuenta de todas las cosas que me quedan por hacer y por aprender me llena de vida, de aprecio por los miles de días que espero que Dios me siga dando. Aprender es la ambición y la razón de mi vida. Como dijo un sabio profesor, lo primero es observar. De la observación deriva el aprendizaje y de ahí surge el amor, que nos mueve a proteger.
Hay que vivir mirando más allá de nuestro ombligo, huyendo del egoísmo. La pandemia real que asola el mundo entero, por la cual no hay investigador que busque vacuna. El virus que parece formar parte adhesiva a nuestro mismísimo ADN. Plantarle cara al sistema que busca el máximo beneficio del individuo pisando cabezas si hace falta para alcanzar la cima. Imagínate cuando el que llegó a la cima sacrificando su tiempo se dio cuenta de que todo era humo, de que la felicidad se hallaba mucho más abajo de dónde le vendieron que tenía que subir. La locución del carpe diem se me antoja estúpida. No se puede vivir al máximo cada momento porque el tiempo pasa y es efímero, la alegría es un estado de ánimo que de ninguna manera puede permanecer inalterable. En cambio sí puede hallarse la plenitud a través de otros medios.
Hay que cultivar un sueño loable, regarlo y convertirlo en nuestro motor vital. La plenitud consiste en conocer mundo y abrirse a escuchar otras ideas, no solo a oírlas y desecharlas para quedarnos con las nuestras. Tan solo tendrás una certeza cuando estés seguro de haber escuchado todas las objeciones posibles y por su lógica hayan prevalecido. La plenitud consiste en conocer gente y descubrir cosas buenas en el interior de cada una de ellas. El buscador de oro no se centra en los desechos con los que se encontró antes de hallar una pequeña pepita de alto valor.
Luego están los sueños. Es justamente la posibilidad de alcanzar un sueño el aliciente que hace a esta vida más interesante. Y es placentero vivir en las nubes, soñar despierto más que dormido. Con el paso de los años otro mal nos posee y nos aliena. La rutina. El sistema vigente y cada vez más en estado de putrefacción, se alimenta de nuestro tiempo. El tiempo, el único bien que poseemos y debemos cuidar. No puede mantenerse sana una economía si los individuos enferman para sostenerla. Hay que pensar, huir del miedo. Si hemos llegado hasta aquí ha sido gracias al amor. Por mucho odio que hayamos fabricado, el amor nos ha llevado a donde estamos. El amor nos hará ricos y la falta del mismo tremendamente miserables. Este proceso de individualismo nos ha llevado a convertirnos en seres solos. Podemos sentirnos solos rodeados de gente. La soledad solo puede vencerse ayudando a los demás, o mediante la creatividad del ser. Somos los esclavos de un "sistema libre".
Cuidemos nuestro tiempo. Que el sistema no nos tome más tiempo del justo y nos deje expresar amor, humanidad, espiritualidad, cooperación, solidaridad... Si el sistema no tiene en cuenta nuestro tiempo caerá por su propio peso. No subamos al tren de este mundo. Dejémoslo pasar. Construyamos un nuevo mundo.
La lista es interminable. Gracias a todos aquellos que han compartido su tiempo conmigo. Nos os olvido. Gracias a todos aquellos que me ayudan a crecer, a aprender, a quienes me hacen feliz con una sonrisa y son un ejemplo de lo que la lucha es realmente.
El Vendedor de Versos.