sábado, 7 de agosto de 2010

Ella

"En nuestros tiempos no es la sexualidad la que a veces asoma su feo rostro, sino el amor"

El mago, de John Fowles.

Ella quiso quererme tanto como nadie antes quiso. Desnudo a su lado, sus pupilas rompían el más alto grito del silencio. Ese silencio que se asomaba cuando dejábamos de comernos a besos, que lanzaba interrogantes que eludíamos encarar. Nunca he sabido, ni sé, ni sabré explicarle bien los porqués de desistir con ella aun antes de empezar el camino.
Mi caos interno arrastra fuerte como una riada ese orden frágil que rara vez propongo construirme. Y como un castillo de naipes se derrumban mis intenciones, y mis miedos resurgen victoriosos de nuevo.
Intenté dejar a un lado el tremendo deseo que me transmitía para conocerla, y lo logré, sé que lo logré. Es una rebelde con causa o con causas, causas que rehúye contarme. Ni ella ni yo tenemos el valor suficiente de escupirnos con brutal sinceridad nuestros pasados en la cara. Nuestros pasados, que nos dejaron cicatrices, como las que tengo en el costado y ella acariciaba.
Aunque no lo sepa, o no quiera creérselo, le di más que a nadie. Aunque no lo valore, renuncié a unos valores de los que estoy escépticamente convencido de no haber hundido del todo, por descubrir qué se sentía entre aquellos brazos que me atrajeron como un imán ineludible.
Ella está por encima de banalidades y modernidades, de las estupideces artificiales que llenan la masa encefálica de muchas féminas. Ella vuela libre a base de versos que viajan con ese flow agresivo y tremendo, que contrastan con esa voz de niña dulce con la que caramelizaba mis oídos. La sensualidad hablaba a través de su voz cuando me pedía sexo.
A estas alturas, no le pido comprensión, sólo que no me odie. Verá que mi texto está falto de estructura y de coherencia. Falto de estructura y coherencia, como mis acciones y mis pensamientos, lo siento. No, no lo siento, precisamente porque no lo siento no ha surgido lo nuestro.

El Vendedor de Versos.