domingo, 24 de octubre de 2010

Recortes en el Lago Ness.

Hemingway y Sabato.

Me esperan Hemingway y Sabato en la mesita de noche, mientras pierdo el tiempo bebiendo fuera haciendo apología del derroche.
Y pienso que para que me quieras por siempre sólo me basta esta noche, un vinilo de jazz, versos escritos en tus pezones, lujuria en los sofás, la autodestrucción reconstruida y hecha canciones.

Clásico.

Lo clásico es aquello que no se puede hacer mejor y efímero fue el tiempo que duró nuestro amor. No vuelvas a vestir de verdad tus caprichos. Entierra los recuerdos de Barcelona, he construido para ellos cientos de nichos. Fueron testigos de lo nuestro las paradas del metro, y testificaron sobre el final del trayecto los reproches, pidiendo rescate como si fuese un secuestro. Ódiame y cásate, me desintoxicaré con metadona, pero sé que nunca olvidarás aquellos besos en Urquinaona.

Arte.

No concibo nada mejor que convertir en arte todo este dolor. Soy consciente de que el desaliento sólo es un rumor que palpita dentro impaciente. Asegúrame tus noches que yo te daré mis días, algo parecido creo recordar, era lo que me prometías.

El Vendedor de Versos.

martes, 12 de octubre de 2010

Casa Natalio

Y la niña miraba la pantalla de televisión expectante. Su madre azuzaba para que estuviera atenta cuando saliera la princesa, el principito, los reyes y los soldaditos.
Me refugio en el aroma de mi café, anoche me bebí media botella de Jack y esta mañana me estaba respetando la resaca como casi siempre. Miro a mi alrededor y a parte de las portadas de los diarios deportivos nada más, y pienso que el mundo sería distinto si leyera poesía por las mañanas en lugar de ojear las memeces de Guasch o Roncero.
En otra mesa cinco jubilados echaban la partida mañanera entre carajillos de Magno, mirando de reojo el desfile, uno gruñendo contra el presidente y otro alabando al campechano Borbón.
Tras la barra un verdadero patriota tira del negocio en día festivo, y su hija prepara la mejor tortilla de patatas de la ciudad de León entera.
La niña se decepciona al ver un rey tan viejo y tan caduco aposentándose con su séquito a ver pasar pistolitas y soldaditos. Y más aún al ver un príncipe con cara de bobo y a una plebeya real que lo acompaña, la antítesis de Disney, pensará la pobre. Suena el himno, se iza la bandera y los españolitos observan orgullosos el día en que se exhibe el derroche de los impuestos que pagan.
Lo mejor es que ni siquiera me agita que aún se aplauda el día de la Hispanidad, apenas me provoca espanto nada. Y soy mucho más feliz así.
Marcho de Casa Natalio y me voy a San Marcos, saldré a correr un rato, el frescor de la mañana en León me purifica, apenas hay movimiento en las calles.
Esta mañana estoy contento.

El Vendedor de Versos.