jueves, 19 de noviembre de 2009

Reflexión

"En los últimos días se presentarán tiempos críticos, difíciles de manejar. Porque los hombres serán amadores de sí mismos, amadores del dinero, presumidos, altivos, blasfemos, desobedientes a los padres, desagradecidos, desleales, sin tener cariño natural, no dispuestos a ningún acuerdo, calumniadores, sin autodominio, feroces, sin amor del bien, traicioneros, testarudos, hinchados de orgullo, amadores de placeres más bien que amadores de Dios, teniendo una forma de devoción piadosa, pero resultando falsos a su poder; y de estos apártate"
2 Timoteo 3:1-5

Llevo cuatro años perdido, buscando la verdad en los lugares menos adecuados. Me consume el hastío que siento por el sistema que nos gobierna. Resulta deprimente la opresión del hombre y la maldad que asola el planeta. Ambos son frutos de su autogobierno. El hombre no puede dominar al hombre. La sabiduría humana ha permitido avances que ni siquiera hubiéramos soñado siglos antes. ¿Pero de qué ha servido el progreso? ¿De veras hemos vencido nuestros problemas más importantes?
En el nombre de Dios se han cometido los mayores crímenes de la negra historia de nuestra humanidad. En el nombre de Dios se han producido hurtos, abusos, violaciones, torturas, genocidios, matanzas salvajes, han corrido ríos de sangre... ¿Fue esto lo que predicó Jesucristo?
La lucha que todos deberíamos emprender para cambiar el mundo no es más que una iniciativa que nadie toma, un tren al que pocos suben. El tedio nos ha tomado por completo. Adormecidos nos mecen las aguas putrefactas del sistema. La especie humana está enferma.
La gran mayoría de los individuos se encuentran obcecados en las nimiedades de la vida, en proyectos egoístas y absurdos, en meras distracciones que nos alejan de las cosas importantes. El capitalismo salvaje devora por completo la moral de occidente. La nueva esclavitud consiste en trabajar demasiadas horas al día para luego gastarlo todo en unas pocas horas. Un círculo vital vicioso que nos atrapa y nos consume. Los padres de familia llegan a casa cansados, de mal humor. La caja tonta los distrae, los aleja de conversar con su familia, de dedicarles tiempo a sus hijos, de inculcarles valores. Mientras, la televisión ofrece programas más nocivos, más asquerosos, más repugnantes. Los medios de "incomunicación" nos comen la mente, desde que nos levantamos hasta que nos acostamos, la prensa escrita, la radio, la publicidad. Todos nos dirigen el pensamiento hacia donde quieren.Despedazan a personajes públicos, hacen humor con todo, sin límites. Su programación promueve estilos de vida peligrosos, sube al trono a unos cuantos y mañana los desecha sin escrúpulos. Vende fama, poder, prestigio, juventud y belleza. Todo mentira, todo efímero, todo vano...
La familia no es un símbolo de unión ni un refugio. Se convierte en un tormento, en hogares infernales, en familias rotas y desestructuradas.
Los valores de nuestra sociedad son ahora el más absoluto egocentrismo, el egotismo, el triunfo del ególatra. Los cánones de belleza son exagerados, retocados, irreales, artificiales. Provocan que los adolescentes se conviertan en maniquíes vacíos, en descerebrados con un peinado perfecto, en músculos sin alma. Los maridos encuentran menos atractivas a las mujeres que ayer amaron y buscan el vicio haciendo de la prostitución el negocio sumergido más rentable del sistema, rompiendo una vez más sus familias.
Las drogas destrozan a los jóvenes. Madres desoladas lloran a sus hijos cocainómanos, que empezaron solamente fumándose un porro.
El mundo vende fiesta a las manadas de jóvenes. Todo puede reducirse a tres frutos que se pueden cosechar en fin de semana: sexo, drogas y alcohol. ¿Por qué es necesario beber y drogarse si tanto disfrutamos saliendo de fiesta?
Mientras, el mundo desarrollado siente la más absoluta de las indiferencias hacia la gente que vive y muere en la miseria.
La clase política busca el poder nutriéndose de los impuestos de la clase trabajadora que paga coches oficiales, almuerzos y cenas con buen vino. Corruptos, corrompidos, roban y desaparecen.
La educación, las prestigiosas universidades se encargan de construir a los nuevos robots que dirigirán el mundo y asegurarán que el sistema no caiga.
A eso conduce un mundo alejado de Dios.
Me siento infeliz, me he sentido vacío alejándome de él, caminando sin rumbo por el camino ancho que casi todos toman.
En este punto doy la vuelta. Me voy por el camino estrecho. Busco la espiritualidad, la esperanza de que un nuevo mundo es posible.
Y es posible para ti también, si como yo, das la vuelta y cambias de camino.


"Y Dios mismo estará con ellos. Y limpiará toda lágrima de sus ojos, y la muerte no será más, ni existirá ya más lamento ni clamor ni dolor. Las cosas anteriores han pasado”.
Revelación 21:3,4

El Vendedor de Versos.

jueves, 12 de noviembre de 2009

Las oraciones

A veces basta con no esperar nada, con no pedir nada, con no soñar nada. Basta con tener los ojos mirando a ras de suelo para que desde arriba se presente aquello con lo que ni siquiera te atreviste a soñar. Algunos quejumbrosos llaman a Dios sordo por no prestarles atención a sus fervientes súplicas. Nunca florecerán las peticiones que nacen del egoísmo ni del provecho individual. Dios da sin pedir nada a cambio. Nosotros mismos nos quitamos. Quitar, quitando y quitado. Infinitivo, gerundio y participio de la tónica de nuestros días. El mundo sería distinto si alzáramos la vista, si nuestra espiritualidad venciera en un intenso pulso nuestra vanidad e imperfección.
Hoy el de arriba responde a mis oraciones. Nunca le pedí nada. Y me está dando mucho.

El Vendedor de Versos.