lunes, 26 de septiembre de 2011

Entonces supe que no iría

Salí de aquella sala sentenciada de muerte, desorientado. Sentí nacer de nuevo. Me atrajeron los coches envueltos en la soledad de la noche, que cómplice los acogía en su seno. La pintura metalizada se vestía de la capa fría de humedad. Empecé a caminar hacia casa muy lento, deambulando. Como un loco desorientado sabiendo que todo partía de cero. Mi sensibilidad aumentó y captaba los sonidos de la calle, miraba con curiosidad las luces, los carteles de pisos en venta, la plaza nueva sin nadie, sin alma. Aparté mi propia soledad hiriente, la agresiva y dañina sensación de no tenerte.
Las palabras empezaron a tomarme por completo. Partir de nuevo, dejarte atrás, olvido sin remordimientos. Saberme consciente del amor que en mí no habita. Concienciarme de mi propia nada, de la vaciedad de mis días vividos hasta ahora. Pasé de largo, mirando de reojo aquellos lugares en los que me refugiaba de la punzante falta que tomó mi ser, de la que no puedo librarme. La noche era un descampado fúnebre. Yo también. Por dentro yo era también la nada, un piso en venta, luces encendidas hasta el amanecer que no alumbraban a nadie.
Aparté el recuerdo de los besos que supe sentir sin sentido, de tus caderas moviéndose encima de mí, de la pasión que nos movía siendo un motor que se apaga cuando el amor no es mutuo.

Sentí nacer de nuevo. Entonces supe que no iría.

El Vendedor de Versos.

miércoles, 21 de septiembre de 2011

Fugaz

Tarde o temprano lo leerás. Soy víctima de una borrachera introspectiva, una coartada fácil para olvidarte pero acaba siendo imposible. Sucumbo ante el drama que supuran mis ojos y examino con curiosidad mis lágrimas por saber que tengo que perderte ante la falta de costumbre. Estoy roto. Oye fugaz, no me dejes por otro, yo te quiero eterna. Voy a recordar siempre esos días que caben en una mano pero que rebosan en un corazón entero y que no voy a olvidar en una vida entera. Ese drama hecho canción sonando mientras hacíamos el amor en la parte trasera del coche. La boca que me jugué por ti la última noche a sabiendas de que con el tiempo tenía todas las de perder. Y ahora te diría que me dejes atado a mis tristezas que no tendrán cojones de acabar por hundirme aunque ahora así lo sienta. Y a la vez me escaparía sin dudarlo para verte, para consumirnos de pena, para comernos aunque nuestros cuerpos se nos indigesten. Fuiste fugaz, pero yo te quiero eterna vida mía, joder no me dejes.

El Vendedor de Versos.

viernes, 2 de septiembre de 2011

Dejen salir antes de entrar

Llegué y empecé a sentirme bien en casa. Era la primera vez en años que el ambiente del piso me parecía acogedor incluso note una belleza inadvertida para mí durante tantos años. Sentirme como en casa en mi casa. La etapa intermedia, el día de descanso de un Tour de Francia. Atrás Segovia y Barcelona esperando.
Me recorrió una paz que necesitaba desde hace tiempo, me sentí como un niño grande habiendo encontrado el nirvana oculto en su escondite.
La entrada estaba repleta de maletas, de libros, ropa y demás enseres acumulados durante seis meses de vida independiente. A su vez, mis armarios y cajones eran un caos de desorden. Un reflejo de mi yo pasado. De repente sentí una necesidad abrumadora de deshacerme de todos los recuerdos de los que había escurrido hasta la más mínima gota de nostalgia. No sentía ya nada por la vida en las cosas, los objetos se acumulaban y no les encontraba ningún valor. Como un operario en desahucios empecé a vaciar cajones a tirarlo todo por el suelo como si nada fuese mío.
Me he desecho de libros de secundaria, de escritos, de las cartas de la chica de mi juventud, de agendas, de notas, de apuntes y montones de momentos que apenas ya recordaba. Descubrí los escritos de locura depresiva que fechaban de 2007, notas que hablaban de angustia, que acariciaban ideas suicidas.
En una curiosa metáfora, tiré a la basura los apuntes de mi última etapa en secundaria, los apuntes de bachillerato, especialmente con gusto me deshice de los documentos de matemáticas y de filosofía. Tampoco encontré utilidad a todos los dossieres de marketing, de economía ni de empresa. Tiré años de educación a la basura sin que supusiera ninguna pérdida personal.
Mis armarios y mis cajones han quedado limpios, dejando de ser inútiles almacenes de recuerdos vacíos. Ha sido como sufrir un pequeño y temporal trastorno obsesivo compulsivo. Era incapaz de seguir viendo desorden y sigo con la manía de tirar todo. Es un símbolo de vida nueva, de dejar atrás la adolescencia, como si ahora ya fuera completamente adulto.
La limpia no se reduce a ropa, libros, objetos varios y apuntes. Se amplia simbólicamente a personas, recuerdos diluidos en importancia e intensidad por el tiempo en la memoria.
Quizá sea porque me siento tan lleno de experiencias nuevas que necesite borrar una parte importante, como si mi cabeza fuera un disco duro con capacidad limitada.
Quizá sea porque la quiero tanto, la echo tanto de menos, que cuatro días de recuerdos me ocupan casi todo mi ser y dejo salir lo que queda atrás para que ella entre.
Estoy reconstruyendo mi vida y mi mente para partir de cero en esta nueva etapa, para que ella sea mi todo mientras la vida pasa.


El Vendedor de Versos.