viernes, 24 de octubre de 2008

La llamada y el psicópata

La llamada fue el colofón a una serie de casualidades surrealistas, su voz calmada sosegaba su espíritu inquieto, le alegraba el corazón en pequeñas dosis de palabras y carcajadas vestidas de espontaneidad y luz.

La chica rubia de sonrisa adictiva creía que era un psicópata, un loco como tantos que andaban sueltos...

¿Cómo alguien a cientos de kilómetros era capaz de anticiparse a las cosas que ella también admiraba, las cosas que creía, que opinaba?

Hablaban de relaciones y coincidían; deseos de la infancia que ambos recordaban; los dos eran hijos únicos; podían refrigerar el tedio de cada día con los acordes de los The Killers, de los The Sunday Drivers; ver Amelie cien veces; abrumarse con la belleza de los versos de Oliverio en "El lado oscuro del corazón"; admirar la obra de Patrick Süskind y su perfume; emocionarse acompañando al joven pastor por su camino de perseguir los sueños y dejarlo todo por ellos; hacer de la lluvia un intangible fetiche sexual e imaginar besos apasionados mientras el cielo ruge y la piel se empapa; desear viajar a China, la lucha por unos ideales, aborrecer el dinero y sus privilegios de mentira; vivir de la aventura de vivir como uno quiere; haber saludado al fantasma oscuro de la tristeza con la mano y casi abrazarlo, venciéndolo a base de tiempo y negras líneas de dolor en blancas hojas de papel...

Incluso sin quererlo adivinaba el lugar donde vivía. Así que empezó a desconfiar, a dudar de que aquello sólo fuera un conjunto de coincidencias asombrosas. Al fin y al cabo, pudiera ser alguien que ya la conocía, y que disfrutaba haciéndola perturbar en cada palabra, en cada respuesta que hablaba.
No era posible que sin ni siquiera percibir su mirada ya supiera el motor emocional que pintaba cada una de ellas. Y se asustaba tanto el psicópata como su víctima, cuando ambos descubrían en cada conversación que lo suyo eran vidas paralelas. Y el pobre psicópata se asustaba aún más si la chica rubia de sonrisa adictiva "okupaba" su mente un acervo de minutos cada día...

Aún más si pensaba que estaba escribiendo todo esto para tenerla más cerca, a la espera del día que pudiera verla…

El Vendedor de Versos.