Lo noto mirándote, qué difícil es, pensándote y maldiciéndote volvía haciendo eses.
El frío me calaba sin permiso, mis SOS eran ignorados, me olvidaste sin previo aviso, murieron nuestros recuerdos desangrados.
Esto no tiene sentido ninguno, un día y otro más idénticos, comiéndote mi corazón de desayuno sentiste que mis latidos eran auténticos.
El reloj de la cocina se ha parado y que se pare el del mundo también. El capital mantiene el amor varado y yo mataría tus miedos pero no soy quién.
Exprímeme y con la última gota quizá puedas saciar tu sed, escucha bien la última nota porque es posible que ya no siga a tu merced.
El Vendedor de Versos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario