viernes, 2 de septiembre de 2011

Dejen salir antes de entrar

Llegué y empecé a sentirme bien en casa. Era la primera vez en años que el ambiente del piso me parecía acogedor incluso note una belleza inadvertida para mí durante tantos años. Sentirme como en casa en mi casa. La etapa intermedia, el día de descanso de un Tour de Francia. Atrás Segovia y Barcelona esperando.
Me recorrió una paz que necesitaba desde hace tiempo, me sentí como un niño grande habiendo encontrado el nirvana oculto en su escondite.
La entrada estaba repleta de maletas, de libros, ropa y demás enseres acumulados durante seis meses de vida independiente. A su vez, mis armarios y cajones eran un caos de desorden. Un reflejo de mi yo pasado. De repente sentí una necesidad abrumadora de deshacerme de todos los recuerdos de los que había escurrido hasta la más mínima gota de nostalgia. No sentía ya nada por la vida en las cosas, los objetos se acumulaban y no les encontraba ningún valor. Como un operario en desahucios empecé a vaciar cajones a tirarlo todo por el suelo como si nada fuese mío.
Me he desecho de libros de secundaria, de escritos, de las cartas de la chica de mi juventud, de agendas, de notas, de apuntes y montones de momentos que apenas ya recordaba. Descubrí los escritos de locura depresiva que fechaban de 2007, notas que hablaban de angustia, que acariciaban ideas suicidas.
En una curiosa metáfora, tiré a la basura los apuntes de mi última etapa en secundaria, los apuntes de bachillerato, especialmente con gusto me deshice de los documentos de matemáticas y de filosofía. Tampoco encontré utilidad a todos los dossieres de marketing, de economía ni de empresa. Tiré años de educación a la basura sin que supusiera ninguna pérdida personal.
Mis armarios y mis cajones han quedado limpios, dejando de ser inútiles almacenes de recuerdos vacíos. Ha sido como sufrir un pequeño y temporal trastorno obsesivo compulsivo. Era incapaz de seguir viendo desorden y sigo con la manía de tirar todo. Es un símbolo de vida nueva, de dejar atrás la adolescencia, como si ahora ya fuera completamente adulto.
La limpia no se reduce a ropa, libros, objetos varios y apuntes. Se amplia simbólicamente a personas, recuerdos diluidos en importancia e intensidad por el tiempo en la memoria.
Quizá sea porque me siento tan lleno de experiencias nuevas que necesite borrar una parte importante, como si mi cabeza fuera un disco duro con capacidad limitada.
Quizá sea porque la quiero tanto, la echo tanto de menos, que cuatro días de recuerdos me ocupan casi todo mi ser y dejo salir lo que queda atrás para que ella entre.
Estoy reconstruyendo mi vida y mi mente para partir de cero en esta nueva etapa, para que ella sea mi todo mientras la vida pasa.


El Vendedor de Versos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

No siempre es bueno tirar el pasado, porque de el venimos y estamos. Espero que no me tires. Te seguire. Raquel.