martes, 5 de enero de 2010

Libertad


Quedamos en un hotel con vistas al mar, discreto para que nadie nos viera, evitar las miradas de curiosidad enfermiza, las recriminatorias, la pupila ardiente de los chismosos.
Nada más vernos nos besamos, como se besan los amantes prohibidos, como si el mundo terminara en horas y pudieras evitarlo fundiéndote en otros labios.


Cogido de la mano, entré con ella a la habitación, nunca había sentido nada igual.

Nuestra habitación estaba en la séptima planta, las olas pegaban con fuerza contra el arrecife, y el sonido de cada ola acariciaba nuestro cuerpo, salía y entraba de él, se paseaba por la habitación, amplia y cómoda, como balcón en el mar.

Era increíble poder descubrir su rostro, un milagro, una proeza que solo los valientes alcanzan. Su piel era blanca y suave, sus labios… para sus labios no se han inventado palabras dignas para describirlos… Sus cabellos rojizos, como si Dios los hubiera diseñado especialmente para ella… Su cuerpo era de formas muy perfeccionadas, ninguna parte destacaba por encima de las otras, armonía de las curvas que al recorrerlas conducían a la locura. Y desprendía una fragancia sin igual, como si un viento la acariciara y la perfumara constantemente, el perfume que mataría la conciencia, que te haría morir por ella sin dudarlo un instante.

La unión de nuestros cuerpos fue como una experiencia espiritual, sobrenatural, extraterrestre…

Cuándo terminó la noche, los rayos de sol despidieron a la madrugada, y con la llegada de la mañana nos dio por hablar, y hablar y hablar…

Su voz era entre triste y esperanzadora… Me contó que muchos querían acabar con ella, que muchos querían violarla… Que los hombres y las mujeres la buscaban de muchas formas, pocos la alcanzaban, y el camino sólo era uno, pero no quiso contármelo… Que algunos, malvados y perversos, la privaban de tener contacto con las personas que habían cometido errores… Las nuevas invenciones esclavizaban a cada vez más personas y a nivel global, habían tantas cosas que la deprimían profundamente...

Nos despedimos, muy a mi pesar… Le dije que siempre lucharía por ella, siempre la buscaría, siempre sería mi principal deseo, y no permitiría que me prohibieran verla…

Se llamaba Libertad… Y sin más me dejó…

Agosto de 2007.

El Vendedor de Versos.

1 comentario:

YaiZa dijo...

Es una de las mayores preciosidades que he leído en los últimos tiempos.

"el perfume que mataría la conciencia, que te haría morir por ella sin dudarlo un instante"

Maravilloso.
Te expresas muy bien,y tienes una imaginación sin límites. En tu blog leo cosas nuevas,frescas,diferentes. Eso escasea mucho. Enhorabuena.

Sigue dejándonos tesoritos de estos por aquí de vez en cuando. Son muy muy buenos.

Un beso.